Tomado de Eluniversal.com.mx
Hugo Chávez, se caracterizo por ser uno de los máximos
representantes de la izquierda latinoamericana. Junto a Fidel Castro se definió
por ser promotor del “socialismo del siglo XXI”; pero en ambos casos la
realidad regresiva parece retornarlos a su cauce común.
Por un lado (Cuba), ante el
advenimiento del cambio generacional, promueve el desarrollo más amplio y más
puro del libre mercado, por el otro; la fortuita enfermedad de Chávez y su
pronto fallecimiento, abre para éste día la posibilidad de procesos simultáneos
sobre la fundación de una nueva izquierda “menos chavista” y más liberal de lo que se estimaba.
Sin duda, la transición de gobierno en Venezuela tendrá
implicaciones continentales, que como afirmó Fidel Castro apenas en octubre de
2012 “en lo inmediato, todos los
latinoamericanos […] serán afectados por el proceso que tiene lugar en
Venezuela”, alusión a la que añadiendo palabras del propio Hugo terminaría
por decir “en Venezuela se libra la
batalla de la cual depende en buena manera el futuro de la humanidad”.
Pudiera ser que estuviese en lo cierto, pero para saber el resultado final,
habrá que ver el viraje que se materializara en Venezuela próximamente.
El chavismo ha sido un fenómeno político de composición compleja, y
responde, en el sentido más estricto, a la distribución que Chávez le dio a la
renta petrolera, en esencia una distribución de poder. En el chavismo no hubo
nunca un proyecto ideológico único en sus filas. Pese al discurso del fenecido
presidente, entre sus seguidores hubo gente de todo tipo: ricos, pobres,
oportunistas, militares conservadores y hasta extremistas armados. Pero dos factores
unificaban estos grupos: Uno. El carisma de Chávez. Dos. el acceso que éste les
permitía sobre la renta petrolera; unos beneficiados por el poder político,
otros por los programas sociales.
La conjunción de estos grandes agregados sociales, permitió a Chávez
bifurcar dos procesos importantes para el país: por un lado la inclusión y la
identidad política con los sectores más populares, por el otro; la generación y
conformación de nuevas elites. Lo que permitía mantener en la administración
del gobierno, el carácter de “inclusión selectiva”, que beneficiaba
políticamente al presidente.
No obstante, estos grupos han sido de composición compleja, y han
generado a lo largo del chavismo diferentes tensiones, que nunca estallaron del
todo por el liderazgo de Chávez, piedra angular de la cohesión política. La
pregunta obligada por tanto, que surge a
murmullos entre la gente, pero que retruena en la esquina de los cielos es:
¿qué ocurrirá del chavismo sin Chávez?
La imaginación puede procurar una especie de permanencia eterna en
el poder, que brinde certidumbre y un nuevo hilo cohesivo a los mismos grupos.
Pero lo cierto es que en Venezuela toda la certidumbre está comenzando a
afectarse por la propia composición heterogénea del chavismo, cosa que impide
aventurar con lucidez el cambio de rumbo que la elite del poder tome. Incluso
en presencia de Chávez, la respuesta seguiría siendo difícil de contestar.
Tras la muerte del jefe máximo venezolano, que objetara de sí las
mejores calificaciones a su persona –al menos en lo pronto del suceso – habría
que mencionar, que, la popularidad de su administración iba más bien en declive
que en un glorioso asenso.
En las elecciones de octubre, Chávez se mostraba ya como un
candidato débil, hombre obstinado, en ocasiones incongruente e intolerante, que
había dejado de ser omnipresente. No estaba ya invicto, tras perder varias
votaciones importantes (entre ellas el referendo donde se jugaba su reelección
continua en 2007). Y el partido Socialista Unificado de Venezuela (PSUV),
perdió también elecciones locales de lugares emblemáticos, donde se destaca por
ejemplo Anzoátegui y Miranda; así como el barrio de Petare, el poblado más
pobre de Venezuela ubicado en Caracas, donde por cierto, también gobierna la
oposición.
Las elecciones parlamentarias de 2010 refuerzan éste argumento. Los
partidos contrarios obtuvieron cinco millones 320 mil 364 votos, mientras que
el PSUV sacó al margen cinco millones 423 mil 324, la diferencia apenas estribó
en 1.1%, el pueblo Venezolano, comenzaba a dar muestras claras de que Chávez
dejaba de ser tan querido como se pensaba. Después de
todo, 13 años de poder habían convertido al régimen de gobierno de victima a
victimario, y aunque en el corazón de los venezolanos existía cariño todavía
por Hugo, la garganta comenzaba a carraspear
con malestar inconsciente la palabra Chávez.
A la luz de éste día será, ciertamente, difícil poder verlo, pero la
claridad de la premisa se encuentra sólo a la vuelta trasera del calendario.
Tras la muerte del líder, el PSUV tiene en puerta un conflicto: la
decadencia del modelo bolivariano. Las preguntas principales a relucir podrían
ser ¿quién resolverá el ahogo? ¿Qué tan violenta será la solución? Y ¿qué
reemplazo tendrá el presidente?
La primera alternativa de salida al barullo entre chavistas de
“socialismo siglo XXI”, y chavistas colindantes con la oposición, será una
correlación de élites, es decir; poderes fácticos y cúpulas del PSUV unidos
como gobierno, al menos es lo que tratara de hacer Maduro en los próximos meses.
Una segunda posibilidad es la utilización de los mecanismos de
consulta hacia las bases. Pero para que ésta segunda opción ocurriese, el PSUV
tendría que ser una institución partidaria, solida, y que funcionara con normas
claras, de lo cual no hay evidencia. Lo más certero, por consiguiente, es que
el rumbo político se sumerja entre chavistas ricos, y militares.
El interés principal de los primeros es, sin duda, recuperar la
estabilidad, mantener sus riquezas, y en buena medida hacer las paces con EU,
con lo que pretenderán asumir el rol de la nueva élite.
A pesar del argumento de violencia, volcado para la sucesión del
poder, y de que en efecto Venezuela es
una población en si mismo dividida respecto a Chávez; en realidad los niveles
de violencia política se han mantenido muy bajos. Fueron, de hecho, los
militares quienes obligaron a Chávez a que aceptara el resultado del refrendo
constitucional que perdió en 2007. La violencia, significaría por tanto la
división de la fuerza armada, y ante la ausencia de un ejército revolucionario
en Venezuela, el calor de la disputa tendrá que tomar fuello de la población. Por
mucho esfuerzo ideológico que se haya realizado, la decisión de morir o matar
siempre requiere de una condición extrema que empuje a miles de ciudadanos a
optar por la violencia, en este sentido Venezuela no se parece a Libia o Siria.
Tomado de elpais.com
Lo cierto es que el chavismo, entendido como el repartimiento de
recursos y privilegios, la conformación de una identidad política y la
fundación de nuevas elites, se había agotado con, o sin Chávez. El tiempo ha dejado
tras de sí fuertes problemas de racionalización, brindados en buena medida por
la escasez, la inflación se ha mantenido a dos dígitos, y la inseguridad mediata
de dinero se ha acelerado. Existe una fuerte fuga de inteligencia, grandes
cambios en los ministros, ausencia de inversiones privadas o extranjeras tras
las políticas de nacionalización, y en suma el país depende de la renta
petrolera con la que goza el Estado.
La misma gente había comenzado a demandar una bandera de mayor
eficiencia, aunque esto marginase el estandarte de mayor igualdad. La retórica
política, de gabinete, había dejado de ser útil. Un ejemplo de esto es el
intento de los 19 planes gubernamentales para tratar de controlar la violencia
y la inseguridad. “A toda vida” se llamaba la propuesta, que pareció ser de
enorme ingenuidad sin intención alguna de prevenir los delitos, y que arrojaban
a cifras del año pasado un desastre de 157 mil homicidios para los pasados 12
años. Incluso el último plan de Chávez en la materia, equivalía a repartir
manuales contra incendios en medio de las llamas. La visión del visionario
comandante, comenzaba a apagarse.
La izquierda que se mantuvo con Chávez, supo plantear problemas y
encontrar culpables, pero poco ha dado para hallar las soluciones. La voluntad y la fe en su líder valía y
sobraba para hacer algo al respecto.
Se dio por sentado que la palabra líder, la energía de los
activistas, y la movilización popular podía exorcizar a Venezuela de sus agravios,
pero el avance, en el mejor de los diagnósticos, ha sido poco.
En este tenor, el chavismo si no se fragmenta ahora, quizá en el
futuro se convierta en una especie de peronismo, y poca reconstrucción del
sistema partidario podremos ver en adelante (decenas de partidos enanos siempre
en manos de los grandes caudillos).
La transición que esta por surgir de Venezuela no será ni ordenada
ni sin dificultades, pero la Venezuela de Chávez como la cuba de Castro,
regresara poco a poco al cauce del mercado. Para fortuna y desgracia – como se
pueda ver - el fin de los regímenes, como podríamos llamar a este evento, se
describe como ¡un golpe apocalíptico al espíritu e iglesia de la izquierda
latinoamericana.!
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